Durante todo el siglo XVIII se sucedieron diversas publicaciones (algunas incluso escritas durante el XVII), normalmente de origen Inglés o Francés que contaban e ilustraban las innumerables maravillas que escondía Egipto, esos libros circularon de forma más fluida en los entornos ilustrados españoles terminando el siglo, así como se forjaba un orientalismo en los gustos y un especial interés por las ruinas y el legado del país de los faraones.

Por encargo de Manuel Godoy, un diplomático español llamado Domingo Badía Leblich partió hacia tierras egipcias allá recién entrado el siglo XIX. Mitad espía, mitad científico, este misterioso personaje viajó a tierras marroquíes y después otomanas para obtener información de aquellas tierras pagado por el estado. Domingo fue una figura en la corte de Madrid pero nació en Barcelona en 1767 y se crió en Andalucía.

Apenas seis años después de la gran expedición de Napoleón, Domingo viajó disfrazado por las tierras del oriente con el nombre de Ali Bey el-Abbasí, rodeado de un séquito de unos 30 hombres, entre los que contaba con cartógrafos, científicos y dibujantes. En mayo de 1806, Alí Bey desembarcó en Alejandría. Se metió tanto en su papel que cuando llegó a la Meca se sentía totalmente musulmán. De sus viajes se conserva una publicación titulada “Viajes de Alí Bey”, un relato en primera persona en la que nos narra como remontó el Nilo en chalupa y su visita a la meseta Gizeh, visita breve ya que la zona de las pirámides estaba tomada por soldados arnaoutes otomanos, que Alí Bey calificaba de bandidos.

Su libro, publicado en París, influyó con toda seguridad en los siguientes viajeros que osaron explorar en el siglo XIX el país del Nilo, imitando su disfraz y siguiendo muchas de sus rutas que dejó escritas, como Giovanni Battista Belzoni, gran… “expoliador” al servicio de la corona inglesa.

Tras Alí Bey, fallecido en Alepo en 1818 (seguramente envenenado por espías ingleses), otros viajeros y científicos españoles visitarían las tierras egípcias. En 1845 el duque de Montpensier acompañado de su séquito visitarían esas tierras, del cual un miembro (A. Latour) publicaría un libro sobre el viaje; el catalán Baltasar Bacardi (1869); una expedición científica de la Armada española dirigida por el arqueólogo español Juan de Dios de la Rada (director del MAN desde 1894/1900) en la fragata “Arapiles” en 1871; diplomáticos españoles como Eduardo Toda en 1884.

Muchas de las piezas traídas en la expedición Arapiles fueron recogidas en ilustraciones en una publicación del jefe de la expedición, Juan de Dios de la Rada, llamada “El Museo Español de Antigüedades” entre 1872/80 con un formato lujoso para la época. Posteriormente el curioso por excelencia de la época, el señor Laurent no tardaría en ofrecerse para fotografiar esas mismas piezas. Por supuesto todas estas piezas están actualmente expuestas en el Museo Arqueológico Nacional.

De todos estos viajes, en los cuales se fueron forjando importantes colecciones particulares, y de los viajes “oficiales” financiados por el estado, especialmente de los viajes de la fragata Arapiles (viaje del cual esperamos poder escribir algún artículo) y de las expediciones de Eduardo Toda, que antes y después de ser Cónsul Gral. de España en Egipto, participó como arqueólogo, se fue formando una selecta colección de piezas egipcias que terminarían formando la colección permanente de Egipto y Nubia de nuestro Museo Arqueológico Nacional.

El excepcional trabajo (el más destacado dentro de la expedición francesa Maspéro) de Eduardo Toda, hace más de 120 años, en el descubrimiento de la tumba de un artesano del siglo XIII a.C, en Deir el Medina, cerca de Luxor, llamado Sennedjem y sus buenas labores como diplomático sentaron las bases de la futura presencia científica española en Egipto.

Gracias a las publicaciones de Eduardo Toda surgiría un nuevo interés por Egipto en España, llamando la atención de estudiosos como José Ramón Mélida que centraría algunos de sus estudios en el antiguo Egipto. El nombre de Eduardo Toda aparece en el museo de El Cairo formando parte de la galería de ilustres egiptólogos del siglo XIX, junto a Belzoni, Maspero…

Toda, fue uno de los primeros en denunciar el maltrato de los viajeros europeos hacia las obras egipcias, como se puede ver en su libro.

Cabe destacar que a día de hoy los científicos y arqueólogos egipcios valoran el respeto y la profesionalidad con la que los españoles llevan a cabo sus excavaciones, muestra de esto es la exposición que hace 5 años (2009) rendía homenaje, en el Museo Egipcio de El Cairo, al esfuerzo de los nuestros. En la que se incluía la puerta de madera policromada de la tumba de Sennedjem, descubierta en 1886 por Eduardo Toda, puerta que ha sido definida, por la conservadora jefe del departamento de antiguedades egipcias del MAN (Carmen Pérez Die), como “La puerta de entrada de España en la egiptología”.

Los fondos del MAN serían enriquecidos por sarcófagos, cerámicas, esculturas… procedentes de las colecciones de estos viajeros del siglo XIX, la más importante sin duda la colección de Eduardo Toda.

La tradición egiptológica en España era muy escasa, y a pesar de los grandes tratados de los viajeros españoles, no había una formación arqueológica como en otros países como Francia, Inglaterra o Alemania. Por lo que los arqueólogos españoles tuvieron que formarse en otros países.

En 1959 España se unió a la coalición de países por la salvación de los templos nubios a punto de ser sepultados bajo las aguas de la presa de Asuán. Ayudaron a salvar el templo de Abu Simbel, participaron en las últimas excavaciones que se podían realizar en aquellas tierras antes de ser inundadas  y rescataron otros destacados edificios.

En estas excavaciones participaron, entre otros, el profesor Martín Almagro Basch catedrático de Prehistoria de las Universidades de Barcelona (1940) y de Madrid (1954) y Director del Museo Arqueológico Nacional desde 1968 hasta abril de 1981.

En agradecimiento, el Gobierno egipcio regaló a España miles de objetos encontrados en aquella campaña, así como el Templo de Debod que fue trasladado piedra a piedra a la montaña de Príncipe Pío en Madrid en 1968.

La colección egipcia del MAN cobraba una nueva dimensión con estos nuevos aportes venidos del Alto Egipto ya muy avanzado el siglo XX. Durante los siguientes años los españoles siguieron excavando en diferentes ubicaciones de Egipto, y aunque la mayoría de las piezas se iban a los museos locales, no fueron pocas las llegadas a Madrid procedentes del ya conocido yacimiento de Heracleópolis Magna, Kom Khamaseen, Oxirrinco, Dra Abu El-Naga o la conocida tumba de Sen en-Mut, también en Luxor.

La aventura de las piezas egipcias del MAN, no fue sólo su odisea particular desde Egipto a España, las piezas pasaron por diversas ubicaciones y colecciones particulares. Fueron testigos de la guerra civil y tuvieron que ser almacenadas en cajas de madera, curiosamente la mayoría de piezas del Museo que tuvieron que ser almacenadas se alojaron en la Sala Egipcia.

Tras tantas aventuras y desventuras, las piezas españolas del legado egipcio descansan en paz en sus flamantes vitrinas dentro del renovado Museo Arqueológico Nacional. Es bonito y curioso saber como han llegado a nosotros a través del tiempo, y del espacio, y conocer algunos de los hombres que hicieron que las mismas llegaran a las estas, sus, generaciones venideras.

Esperamos y deseamos que otros grandes hombres y mujeres de nuestra generación las protejan y cuiden para que las siguientes puedan contemplarlas con asombro, y para que estas piezas cumplan la función por la que fueron creadas: perdurar para la eternidad.

Original del artículo con interesantes ilustraciones: http://elretohistorico.com/de-como-llegaron-las-arenas-de-egipto-a-madrid/